
LAS GUERRAS MIENTEN
Autor: Eduardo Galeano
Las guerras dicen que ocurren por nobles razones: la seguridad internacional, la dignidadnacional, la democracia, la libertad, el orden, el mandato de la civilización o lavoluntad de Dios. Ninguna tiene la honestidad de confesar: "Yo mato para robar".
El coltán. No menos de tres millones de civiles murieron en el Congo a lo largo de la guerra decuatro años que está en suspenso desde fines de 2002. Murieron por elcoltan, pero ni ellos lo sabían. El coltan es un mineral raro, y su raro nombredesigna la mezcla de dos raros minerales llamados columbita y tantalita. Poco o nadavalía el coltan, hasta que se descubrió que era imprescindible para lafabricación de teléfonos celulares, naves espaciales, computadoras ymisiles; y entonces pasó a ser más caro que el oro. Casi todas las reservasconocidas de coltan están en las arenas del Congo. Hace más de cuarentaaños, Patricio Lumumba fue sacrificado en un altar de oro y diamantes. Supaís vuelve a matarlo cada día. El Congo, país pobrísimo, esriquísimo en minerales, y ese regalo de la naturaleza se sigue convirtiendo enmaldición de la historia.
Los africanos llaman al petróleo "mierda del Diablo". En 1978 se descubrió petróleo en el sur de Sudán. Siete añosdespués, se sabe que las reservas llegan a más del doble, y la mayorcantidad yace al oeste del país, en la región de Darfur. Allí haocurrido recientemente, y sigue ocurriendo, otra matanza. Muchos campesinos negros, dosmillones según algunas estimaciones, han huido o han sucumbido, por bala, cuchilloo hambre, al paso de las milicias árabes que el gobierno respalda con tanques yhelicópteros. Esta guerra se disfraza de conflicto étnico y religioso entrelos pastores árabes, islámicos, y los labriegos negros, cristianos yanimistas. Pero ocurre que las aldeas incendiadas y los cultivos arrasados estaban dondeahora empiezan a estar las torres petroleras que perforan la tierra.
Irak. La negación de la evidencia, injustamente atribuida a los borrachos, es la más notoria costumbre del presidente del planeta, que gracias a Dios no bebe unagota. Él sigue afirmando, un día sí y otro también, que su guerrade Irak no tiene nada que ver con el petróleo. "Nos han engañado ocultando información sistemáticamente",escribía desde Irak, allá por 1920, un tal Lawrence de Arabia: "Elpueblo de Inglaterra ha sido llevado a Mesopotamia para caer en una trampa de la queserá difícil salir con dignidad y con honor".Yo sé que la historia no se repite; pero a veces dudo.
¿Y la obsesión contra Chávez? ¿Nada tiene que ver conel petróleo de Venezuela esta frenética campaña que amenaza matar,en nombre de la democracia, al dictador que ha ganado nueve elecciones limpias? Y los continuos gritos de alarma por el peligro nuclear iraní, ¿nada tienen que ver con el hecho de que Irán contenga una de las reservas de gas más ricas del mundo? Y si no, ¿cómo se explica eso del peligro nuclear?¿Fue Irán el país que descargó las bombas nucleares sobre lapoblación civil de Hiroshima y Nagasaki? La empresa Bechtel, con sede en California, había recibido enconcesión, por 40 años, el agua de Cochabamba. Toda el agua, incluyendo elagua de las lluvias. No bien se instaló, triplicó las tarifas. Una puebladaestalló, y la empresa tuvo que irse de Bolivia. El presidente Bush se apiadó de la expulsada, y la consoló otorgándole el agua de Irak. Muy generoso de su parte. Irak no sólo es digno de aniquilación por su fabulosa riqueza petrolera: este país, regado por el Tigris y el Éufrates, también merece lo peor porque es la más rica fuente de agua dulce de todo el Oriente Medio.
El mundo está sediento. Los venenos químicos pudren los ríos y las sequías los exterminan, la sociedad de consumo consume cada vez más agua, el agua es cada vez menos potable y cada vez más escasa. Todos lo dicen, todos lo saben: las guerras del petróleo serán, mañana, guerras del agua. En realidad, las guerras del agua ya están ocurriendo. Son guerras de conquista, pero los invasores no echan bombas ni desembarcan tropas.Viajan vestidos de civil estos tecnócratas internacionales que someten a los países pobres a estado de sitio y exigen privatización o muerte. Sus armas,mortíferos instrumentos de extorsión y de castigo, no hacen bulto ni meten ruido.
El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, dos dientes de la misma pinza, impusieron, en estos últimos años, la privatización del agua en 16 países pobres. Entre ellos, algunos de los más pobres del mundo, como Benín, Níger, Mozambique, Ruanda, Yemen, Tanzania, Camerún, Honduras, Nicaragua. El argumento era irrefutable: o entregan el agua o no habrá clemencia con la deuda ni préstamos nuevos. Los expertos también tuvieron la paciencia de explicar que no hacían eso por desmantelar soberanías, sino por ayudar a la modernización de los países hundidos en el atraso por la ineficiencia del Estado. Y si las cuentas del agua privatizada resultaban impagables para la mayoría de la población, tanto mejor: a ver si así se despertaba por fin su dormida voluntad de trabajo y de superación personal.
En la democracia, ¿quién manda? ¿Los funcionarios internacionales delas altas finanzas, votados por nadie?
A fines de octubre del año pasado, un plebiscito decidió el destino del agua en Uruguay. La gran mayoría de la población votó, por abrumadora mayoría, confirmando que el agua es un servicio público y un derecho de todos. Fue una victoria de la democracia contra la tradición de impotencia, que nos enseña que somos incapaces de gestionar el agua ni nada; y contra la mala fama de la propiedad pública, desprestigiada por los políticos que la han usado y maltratado como si lo que es de todos fuera de nadie. El plebiscito de Uruguay no tuvo ninguna repercusión internacional. Los grandes medios de comunicación no se enteraron de esta batalla de la guerra del agua, perdida por los que siempre ganan; y el ejemplo no contagió a ningún país del mundo. Éste fue el primer plebiscito del agua y hasta ahora, quese sepa, fue también el último.