lunes, 28 de marzo de 2011

La vecina



Hoy ha sido un día de trabajo difícil, triste, de esos que cuesta sonreír. A veces tocan.

Enfrascado en mis historias y problemas de trabajo volvía a casa, con prisa. En esos momentos me encontré con la vecina, Eulalia, de 81 años, que por cierto, oculta muy bien. Dilema, seguir que ya llego tarde o parar. Ganó parar, por un pensamiento fugaz y quizás equivocado: "al igual no ha hablado con nadie hoy". Después me convencí que equivocado, Eulalia es de esas personas que todo el mundo desea parar por la calle. Paré también, gracias al movimiento slow, ese que dice que te pares, disfrutes, hables y olvides el reloj. Desde que ha llegado a mi vida, mi vida ha vuelto.

Volviendo con Eulalia. Todo el mundo desea una vecina así, sobre todo si te dice que piensa que te has mudado porque hace tiempo que no nos escucha en casa. O es muy comprensiva o la noche de mi cumple la pasó fuera.

Entrando al edificio dos técnicos de ambulancia acompañaban a un vecino de más de 80 años que lloraba. La hija, una señora de unos 60 años, detrás. Entonces Eulalia conectó con el dolor de otra vecina, la del 4º y lloró. "Hace 8 días se le murió el hijo" dijo. En el fondo conectaba con su dolor, hace años se murió el suyo. Yo no lloré, no pude, aunque el día ya estaba para ello. Un abrazo alivió el sufrimiento. El mío, aunque ella no lo supo. Nos despedimos con la promesa por mi parte de hacer más ruido en casa para que nos escuche.


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