
Los nacionalismos no los comparto. Mejor dicho, no comparto los fundamentos actuales de muchos nacionalimos (gracias Izaro por poner palabras a este pensamiento). El nacionalismo del siglo XIX, fundamentado en la historia, fundamentado en la tierra que habitas o, incluso, fundamentado en la raza y la distinción.
Una nueva concepción de nacionalismo es necesaria, construida sobre las identidades personales compartidas, más allá de la historia, la tierra o las consideraciones especiales. Construida sobre el sentir de cada uno. Construida sobre el deseo de querer administrarte de manera distinta y autónoma al que lo viene haciendo hasta ahora. Construida sobre el control local de los recursos y la democracia participativa ¿Acaso no es democracia poder decidir cómo quieres administrar tu vida?
- No quiero ser español.
- ¿Por qué no?
- Porque no me siento español.
No hay más. Que alguien me diga dónde está el problema. Saldrán muchos a hablar de solidaridad. Son los mismos que defienden la disminución de los mecanismos de solidaridad común como la Seguridad Social o Hacienda. Esos mismos que no sólo no cuestionan, sino que promueven un Sistema Económico que sume en la pobreza al 80% de las personas del planeta e incrementa año a año la desigualdad. Esos mismos que defienden el desmantelamiento del Estado en favor de la propiedad privada. Los mismos que destinan un 0,35 % del PIB a países empobrecidos porque el 0,7 % es imposible para nuestra economía y 51 millones de € al día a gastos militares (sí, 51 millones de EUROS al DÍA, no hay error en la cifra). Esos vienen a dar lecciones de solidaridad. Se les puede reconocer facilmente. Allí donde veas gaviotas que vuelan cada vez más hacia la derecha y huelas el perfume de rosas cada día más artificiales, allí los encontrarás.
Los nacionalismos actuales se fundamentan en el control y la posesión de recursos, ambos objetivos camuflados bajo palabras de patria, bandera, historia común,... De los existentes en el Estado Español hay uno que no soporto, sí, lo he de confesar. No por su contenido, sus formas y sus discursos, que en eso todos se parecen, sino por el hecho de ser el más grande y el que más poder tiene para imponer sus ideas: el nacionalismo español.
NOTA: agradecer a Ibai tantas y tantas charlas enriquecedoras sobre este y otros temas.